Basilica de Ntra. Sra. de los Desamparados

Iconografía

SAGRADA IMAGEN

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Así como el modo de orar es manifestación del contenido de la fe personal y comunitaria, así también las imágenes religiosas son expresiones del “espíritu” que informa la fe y la vida creyente de las personas y de los pueblos; y al mismo tiempo, son una ayuda para la comprensión y contemplación de los contenidos de la fe que representan.

De este modo, no se pueden entender la advocación y la plasmación de la Imagen de nuestra Patrona sin conocer el espíritu que animó a la Cofradía desde sus inicios en Valencia. La fe, la devoción a la Virgen y la orientación religioso-asistencial de los cofrades, son las que dieron origen a la Imagen de Santa María de los Santos Inocentes Mártires y Desamparados.

Muy pronto se observó que era necesario tener una imagen de la Virgen María que presentara debidamente su patrocinio sobre los dementes atendidos en el hospital y sobre otros acogidos por la piadosa Cofradía.

Obtenido el permiso de Alfonso III de Valencia, “el Magnánimo” en 1416 se esculpe la imagen que aparecerá en lugar preferente en el Inventario General de los bienes de la Cofradía en 1426: “la Imatge de la Verge María que va sobre los cossos, amb un brot de llir en una creu de fust”, resultado de la orientación devocional que inspiraba la vida de los Cofrades.

Así fue pensada y construida.

La Imagen, de pasta de madera, está dorada y tiene el dorso plano. El manto está tallado con pliegues en sentido horizontal. Estaba destinada a ir yacente sobre los féretros de los ajusticiados y de los náufragos o desamparados, indicando con ello la protección que había dispensado a sus almas como abogada e intercesora. Su cabeza reposaba sobre un almohadón, por eso, cuando se expone erguida, inclina su cabeza y vuelve hacia nosotros sus bellos ojos llenos de misericordia para fijarse más en nuestras desgracias y necesidades.

Las azucenas y la rosa que lleva en la mano derecha son símbolo de su Purísima Concepción. María es la “llena de gracia”. Este es su nombre primero. La “Toda hermosura”, la “Toda santa”, la que como rosa entre espinas ha surgido sin pecado entre los pecadores, toda semejante a Jesús, su Hijo. Así le cantamos “la rosa perfumada, la mística açutcena…” Imagen testigo de la tradición concepcionista de Valencia y a la que se le dio el culto más solemne el día de la Inmaculada.

Entre los pliegues de su talla y bajo su manto están los Santos niños Inocentes, muertos por el Rey Herodes por causa de Nuestro Señor Jesucristo, como signo de protección sobre aquellos que sufren desde su inocencia: los enfermos mentales, los niños abandonados, los ultrajados y los que están en desamparo.

Madre del Redentor lleva en su brazo izquierdo al niño abrazado a la Cruz; permanece sensible a los sufrimientos de Jesús y, junto a la Cruz, recibe de labios de su Hijo la maternidad espiritual sobre todos los redimidos. Este pasaje del Evangelio de San Juan (19, 25-27) se proclama en su fiesta litúrgica.

Ella unida a Cristo por la humildad, el sufrimiento y las lágrimas en el Calvario, se constituye en Reina de los Mártires y se convierte en la consoladora de los afligidos, en el cobijo para los desvalidos.

Su figura, policromada en oro, aparece como “vestida de sol, aureolada de estrellas (Apocalipsis 12, 1-6) y coronada como Reina del cielo y de la tierra.

“…Vostra Imatge bella pareix qu’está voltada de màgic replandor…”. Es la mujer en la que se refleja la luz y la belleza del Señor; es la Madre y modelo de la Iglesia en su intensa participación en los misterios de la salvación; es la Asunta al cielo que, siendo coronada en la Gloria, nos descubre el destino que se cumplirá en cada redimido.

“… Lo valencià t’ofrena la devoció més santa que puga profesar…”. Esta es la imagen de la Madre de los Desamparados a la que dirigimos nuestras plegarias, ofrecemos nuestras flores, tributamos aclamaciones y aplausos y la que ha inspirado obras de asistencia eficaz hacia cuantos participan de las desgracias y miserias humanas, presidiendo como peculiar patrona a tantas instituciones de beneficencia y caridad a lo largo de la historia. Con ella surgió una advocación de la Santísima Virgen con un profundo sentido humano y social y llamada a tener una veneración universal. Ella sigue amparándonos; mostrándonos a su Hijo, desde el Altar de su Real Basílica y está en lo más íntimo de nuestra vida, por eso decimos en verdad “… vostra Imatge santa portem sempre en lo cor…”.